Hoy no toca derecho. O sí toca: derecho al trabajo con todo su significado actual, en plena pandemia.
Hace ya muchos años estaba viendo los fuegos de la festividad del Apóstol en Santiago y, mientras el espectáculo pirotécnico asombraba a muchas personas, alguna/s observábamos con sorpresa el increíble volumen de personas que cabían en los balcones del Pazo de Raxoi, sede del ayuntamiento. La nueva (misma) sociedad estamental. Eventos con representantes políticos sin medidas de seguridad sanitaria en plena pandemia, dietas de miles de euros al año por asistir a consejos de administración, etc
Esa realidad humorística de políticos y altos cargos de las distintas administraciones con sus familias y amistades íntimas por encima de una sociedad que mira el circo con estupor. Esa realidad que nos resultaba antes asumible, ajena o indiferente, incluso hilarante, ahora en plena pandemia está azuzando la desafección como una olla a presión.
Y me explico para el caso concreto de las Administraciones públicas con un poco menos de literatura. Hay dos fenómenos que me tienen desconcertado en las AAPP en los últimos meses:
1. La cantidad de puestos de LD que resultan desiertos y la cantidad de puestos de responsabilidad que se cubren con personas de perfiles «discutibles». Objetivamente discutibles, con datos.
2. La distancia, insalvable cada vez más, dentro de las AAPP entre las personas ¿no políticas de profesión? que ocupan puestos directivos y sus compañeros/as
¿Será la pandemia? Entre otras causas o «instrumentos» la pandemia está provocando una absoluta desafección hacia la jerarquía en la AAPP. Más en concreto desafección frente al desprecio, frente al uso del garrote.
¿Por qué se produce esta desafección? Porque normalmente es bueno recordar la diferencia del Derecho Romano entre «potestas» y «auctoritas» (mandar con hierro frente a mandar por capacidad y conocimientos superiores). Quizás es bueno analizar que cada vez llegamos antes (en edad) a puestos de responsabilidad, pero menos preparados en conocimientos y experiencia. Y falta también experiencia en la gestión de equipos, en la madurez en el trato personal, falta empatía (incluso rozando la aparente ps… en algunos casos). No saber tratar a las personas con respeto implica una consecuencia clara: se cierra la comunicación de abajo-arriba. Pero se produce un efecto aún más grave, la comunicación de arriba-abajo se convierte en un garrote.
Un compañero ya jubilado contaba alguna vez que hace años descubrió que cuanto más ascendía, menos gente le hablaba y menos sabía de lo que ocurría en sus unidades. Y decidió abrirse él, todos los días y lo máximo posible. Y ganó respeto y tributo de admiración en su jubilación, que ya sé que no importa (¿o sí?). Hoy es impensable, casi imposible. Y conviene recordar que la burbuja aísla, no protege.
Pero la desafección reinante, que afirmo sin datos estadísticos y que sería anecdótica sin la pandemia, se ha convertido en un mal peligrosísimo para nuestra sociedad en plena crisis de la Covid. Me explicaré.
En los últimos meses en las AAPP (pero este análisis es aplicable al sector privado con matices) lo que está en juego y en riesgo es la salud. La salud personal y familiar. El riesgo en los empleos no suele transmitirse a las familias, pero este virus sí.
Por ello, las medidas no motivadas e incluso increíblemente injustificadas de los últimos meses, están haciendo un daño excesivo a la credibilidad en la cadena de mando. Ya desconfiábamos de la clase política, pero ahora lo hacemos de cualquier persona con un mínimo de jerarquía en nuestras organizaciones.
Negar la flexibilidad horaria, la conciliación, el teletrabajo, complicar la vida de las personas que trabajan en la AAPP, ha traspasado límites en estos meses que han cambiado los calificativos que vuelan hacia arriba con términos que no deberían ni siquiera plantearse. Pero hay miedo, pánico, y la respuesta no será como años atrás. Además, ya no hay café durante el cual «desahogarse». Y siendo lo público el objeto de estas notas… ¿qué pueden esperar las personas que trabajan en el sector privado cuando por idénticas necesidades lo que se juegan es el despido en un mercado laboral precario, más en tiempos de pandemia? ¿Quizás ahí se pueda entender mejor la necesidad de activar la confrontación empleo público/privado?
Y el riesgo para nuestra sociedad es claro. Las mayores crisis sociales de desconfianza y miedo han aupado históricamente a las dictaduras más perversas. El mal es indeseable pero es seguro. Y muchos, con el miedo, buscan (y buscarán) la seguridad del discurso más radical.
Y por eso, adaptando unas palabras que en otro contexto he escuchado a Eugenio Moliní (@EugenioMolini), sobre las cenizas que queden en la AAPP deberían sobrevivir personas dispuestas a construir algo mejor. Una AAPP en cenizas que además ha perdido el afecto de sus empleados/as fruto de esta época de falta de respeto frente al trabajo hecho durante una pandemia brutal.
Porque lo público debiera ser (¿y será?) siempre garantía del respeto en las relaciones laborales y palanca de mejora de las condiciones en el sector privado.
Y concluyo ya con un recordatorio para las personas que abusan del garrote: cuidado con el «retroceso» de la fuerza empleada. Es pura física.